lunes, 25 de febrero de 2008

Pajamental

Hoy quiero preguntar ¿por qué? ¿Por qué a veces nos angustian tanto cosas que solo pensamos? ¿Por qué en algunas ocasiones nos agobian tan insistentemente cuestiones que tenemos nada más en el interior de nuestro cerebro? Pequeños detalles, menudencias que a primera vista, no parecerían tan relevantes, pero que dentro de nuestra mente se magnifican. Se engrandecen, y se transforman en verdaderos gigantes, monstruos inmensos, auténticos quebraderos de cabeza. Unas complicaciones que tan solo nosotros mismos, y exclusivamente nosotros nos creamos. Un acto sin importancia como una llamada que esperas y que tarda en producirse, se convierte en nuestra obsesión. Se torna algo que nos termina por impacientar, por incomodar, por inquietar, que acaba transtornándonos y nos vuelve locos. Parece una bobada: una llamada telefónica. Una maldita conversación, que ni tan siquiera es cara a cara, y no tiene por qué ser algo de extrema urgencia ni gravedad, pero hace rato que queremos que suceda, y no, el momento que ansiamos tanto se alarga indefinidamente. Y, casi sin querer, le damos vueltas y vueltas, empezamos a cabilar... ¿Por qué no llamará? ¿Qué estará haciendo? En nuestros pensamientos, este hecho, a priori tan nimio, se amplía. Y podemos llegar a conclusiones tales como: se ha olvidado, no quiere hablar conmigo, le ha pasado algo... Cualquier cosa, podemos llegar a imaginar lo peor. Y si se te ocurre llamar, por supuesto, nadie contesta el teléfono, y ahí nuestras divagaciones llegan a límites insospechados. Eso por no añadir que tengas que soportar otras llamadas que no son la que esperas, y ahí tu corazón parece al borde del infarto cada vez que suena el jodido teléfono. Ante este caprichoso, irregular y aleatorio fenómeno, mi pregunta es simple. Y no se la pretendo formular a persona alguna, a algo concreto, como por ejemplo a un ser superior, más allá de que exista o no. Tampoco se la realizo a a cualquier especialista en la materia, ya sea en la psicología o en la medicina. No se la pregunto a nadie, y os la pregunto a todos: ¿Por qué? Y para ilustrar esta bonita, constructiva, alegre y primaveral paja mental, por denominarla de algún modo, y que supone mi vuelta al blog tras varios meses de ausencia creativa, dos temas musicales: "Una lágrima sobre el teléfono", un tema de una telenovela versionada por los argentinos Miranda! (el signo de admiración está contenido en el nombre del grupo, para aquellos listillos que piensen que no sé usar mi teclado) y una bella canción de Los Planetas titulada "La playa". No se me ha ido la pinza; es la de los planetas eh, no la de la oreja de van gogh, que esa ahora no viene al caso. Leed, escuchad, y comentad, si queréisd... Y antes de concluir este esperado post, me agustaría muncho desear un feliz año a mis numerosos lectores, y deciros, sobre todo a aquellas personas inseguras e inestables que os quiero un montón. Chicos, chicas y sucedáneos: He volvido. Poder wercio.
Post data electoral: Cada vez que escucho a los neonazis me pongo negro.